En medio de una guerra comercial que se intensifica cada semana, China prepara un movimiento estratégico que podría reconfigurar la economía global. El gobierno de Xi Jinping está ultimando una nueva versión de su plan “Made in China”, enfocado en fortalecer su industria tecnológica y reducir su dependencia de proveedores extranjeros. Esta renovación ocurre mientras Estados Unidos, bajo la administración Trump, endurece sus políticas arancelarias y exige que China aumente su consumo interno.
El nuevo plan, aunque con otro nombre, mantendría intacta su esencia: posicionar a China como potencia global en sectores como semiconductores, inteligencia artificial, vehículos eléctricos y energía limpia. Lo haría de forma más sutil, evitando el protagonismo mediático del programa original de 2015, que generó incomodidad en varias capitales occidentales.
Mientras tanto, Estados Unidos eleva aranceles, redobla restricciones tecnológicas y presiona por una desconexión económica que ya afecta a empresas como Apple y también al entorno macroeconómico, en un contexto donde el riesgo de recesión vuelve al centro del debate. En este escenario, entender la estrategia de China es clave para anticipar los próximos movimientos en la arena geopolítica y económica.
Una reindustrialización silenciosa, pero poderosa
Aunque Pekín ha evitado mencionar el nombre “Made in China 2025” en sus discursos recientes, su visión estratégica sigue vigente. Las prioridades son claras:
- Desarrollar tecnología nacional en fabricación de chips
- Impulsar industrias de alta productividad como la robótica
- Expandir su dominio en sectores verdes como autos eléctricos y baterías
El giro en la política industrial coincide con el endurecimiento de Washington, que ha impuesto tarifas del 125% sobre productos chinos. Aunque hubo una ligera relajación tras negociaciones recientes, el golpe comercial se mantiene fuerte.
El consumo interno, el eslabón débil de China
Uno de los objetivos de Washington es que China reequilibre su economía hacia el consumo doméstico. Sin embargo, los líderes chinos no han fijado metas numéricas, en parte por la falta de herramientas eficaces para estimular el gasto sin afectar la estabilidad.
Hoy en día:
- El consumo representa apenas el 40% del PIB de China
- En contraste, la inversión industrial sigue absorbiendo otro 40%
- Las economías desarrolladas suelen tener un consumo entre el 60% y 70%
Esta resistencia a cambiar el modelo productivo ha sido uno de los principales focos de crítica por parte de EE. UU., especialmente cuando el impacto arancelario comienza a sentirse en la cadena de suministro global.
Tecnología, empleo y poder: el verdadero foco de Xi
Lejos de priorizar el consumo, Xi Jinping ha reforzado su narrativa de autosuficiencia tecnológica. Durante una visita a Henan, dejó claro que el fortalecimiento del sector manufacturero es una cuestión de seguridad nacional, no solo de crecimiento económico.
Entre los objetivos estratégicos del gobierno destacan:
- Incentivar el avance de empresas como DeepSeek, clave en el desarrollo de inteligencia artificial
- Garantizar empleos urbanos con industrias de alto valor agregado
- Reducir la exposición a restricciones occidentales mediante control de exportaciones y suministro de tierras raras
¿Tregua o nuevo orden global?
La iniciativa “Made in China” resurge en un contexto donde ambos países redibujan el mapa económico global. Por un lado, Estados Unidos impone tarifas sin negociar y condiciona acuerdos. Por otro, China responde con bloqueos diplomáticos y refuerza su infraestructura tecnológica con visión de largo plazo.
Para Trump, este es el camino hacia la autosuficiencia. Para Xi, es una estrategia de supervivencia industrial. Pero para el resto del mundo, este choque de visiones representa un riesgo sistémico… o una oportunidad de reacomodo productivo.
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