China al borde de la deflación: exportadores compiten por sobrevivir en su propio mercado

China enfrenta una crisis deflacionaria en 2025. Descubre cómo los aranceles de EE.UU. y la guerra de precios interna afectan su economía y empleo.
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La economía china está navegando aguas turbulentas. En pleno 2025, el país enfrenta un escenario complejo: aranceles históricos impuestos por Estados Unidos han desplomado las exportaciones, obligando a miles de empresas a redirigir su producción hacia un mercado doméstico saturado, poco dinámico y en plena contracción de precios. Esta maniobra, que busca amortiguar el golpe comercial, podría terminar por empujar a China hacia una espiral deflacionaria que impactaría no solo a Asia, sino también a los mercados globales.

Aranceles históricos y reacción interna: ¿solución o acelerador de crisis?

La ofensiva comercial lanzada por el presidente Donald Trump ha elevado los aranceles a productos chinos hasta un récord de 145%, lo que ha obligado a Pekín a responder con tarifas del 125%. Como resultado, la mayoría de los exportadores han detenido envíos hacia EE. UU., quedando con inventarios acumulados y márgenes comprimidos.

En un intento por contener el golpe, plataformas como JD.com, Tencent y Douyin han comenzado a canalizar los productos afectados hacia consumidores locales, con descuentos que alcanzan hasta el 55%. Esta avalancha de oferta, sin embargo, ha desatado una guerra de precios feroz entre empresas locales, intensificando la caída de precios y erosionando la rentabilidad de toda la cadena industrial.

El fantasma de la deflación y el empleo en riesgo

Las cifras lo confirman: el índice de precios al consumidor (CPI) ha entrado en terreno negativo por segundo mes consecutivo, mientras que el índice de precios al productor (PPI) cayó un 2.5% en marzo y se espera que profundice su descenso en abril. Algunas proyecciones anticipan un año completo sin inflación, lo que representa un duro golpe para un país que, en paralelo, arrastra una crisis en el sector inmobiliario.

Además, el impacto en el empleo podría ser devastador: cerca de 16 millones de trabajadores están ligados directamente a la producción de bienes destinados al mercado estadounidense. Muchas pymes exportadoras —especialmente en provincias costeras— ya enfrentan problemas de liquidez, retrasos en pagos y devolución de productos, con un creciente número acercándose a la insolvencia. Mientras tanto, Pekín mantiene su “pólvora seca”, esperando deterioros más graves antes de desplegar estímulos fiscales de gran escala.

El sobrecalentamiento del mercado interno

Convertir el consumo interno en salvavidas económico no está siendo tan simple. Aunque el vice ministro de Comercio aseguró que el mercado local puede absorber el exceso de oferta, los hechos muestran lo contrario: los hogares chinos han aumentado el ahorro y reducido el gasto, con una confianza del consumidor debilitada por la inestabilidad laboral y la competencia desleal entre fabricantes.

Este sobreajuste en la capacidad productiva también está agravando los problemas de exceso de inventario. Las fábricas no han tenido tiempo de adaptarse a la caída abrupta de la demanda externa, lo que ha generado cuellos de botella en sectores clave como electrónicos, bienes de consumo y textiles.

Lo que esto significa para los inversionistas

Este escenario tiene implicaciones directas para el mundo financiero. Por un lado, las tensiones arancelarias han contribuido a presionar al alza los precios en EE. UU., mientras que en China se acelera el proceso inverso. Esta divergencia podría alimentar nuevas distorsiones monetarias y comerciales. De hecho, ya hemos explorado cómo los aranceles afectan las decisiones de inversión globales, y este caso es un ejemplo extremo de esas consecuencias.

Además, la caída en la inflación china coincide con señales de desaceleración en otros indicadores internacionales, como los recortes de tasas de interés anticipados en EE. UU. para este año. La combinación de estas fuerzas configura un panorama económico complejo, donde la sincronización entre política monetaria, comercio internacional y confianza del consumidor será clave.

Mientras tanto, los detalles técnicos y las estimaciones más recientes apuntan a que el PBI real de China crecería apenas 4% en 2025, por debajo del objetivo oficial de 5%. El ajuste estructural que implica esta transición puede leerse como parte de una tendencia más amplia 🡥 que está reconfigurando los equilibrios comerciales globales.

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